Poemas de Vicente Enguídanos
con la mente en neblina
y los recuerdos del sueño
adormecidos.
Sólo una imagen
clara en la lejanía,
de un cuadro al óleo,
con tres figuras
sobre fondo de
edificio engrandecido.
Siendo una de ellas
semblante de mi imagen,
con la faz de un
color amarronado,
como si de africano
personaje se tratará.
Preguntándome la artista
si de mi agrado era.
Muy moreno-le dije- parecía
y de un parecido
aceptable suponía.
La belleza de servir
al amor
No existe la dimensión para AMAR,
pues el AMOR, no se tiene,
sino que se contiene
Porque si se tiene, se
puede dar
a pequeñas dosis, pero si se contiene
se expande impulsivo, desenfrenado y fluye
incontenible como los rayos del Sol,
hacia todo y hacia todos.
En todas direcciones,
en una explosión involuntaria,
cuyas ondas se suceden
una tras otra.
Como la piedra lanzada
en un estanque;
ondas vaporosas de efluvios
misteriosos, cuyo poder virtuoso,
convierte al más incrédulo.
Cura al más enfermo,
regocija al más triste,
elevan al más humillado
y transmuta, al ser más imperfecto,
en el más aguerrido vasallo,
presto para servir a
su SEÑOR, EL AMOR.
Soneto en el desierto
Cuando he conseguido ser muy completo,
siendo necesario ser muy versado;
quisiera poder hacer un soneto,
llegando a ser un poeta consumado.
En la riqueza del vocabulario,
expresando con claridad la verdad,
transformando palabras comentario,
tendré para siempre otra oportunidad.
Lo que un corazón hace con libertad,
difundiendo con esperanza la LUZ,
va tomando la forma este panfleto.
Sin que para mí haya sido una cruz,
del fondo de mi alma con bondad
he terminado, al fin, este soneto.
¡La magia de un beso!
Consiste en conocer los puntos sensibles de un cuerpo de mujer. Un beso suave, dulce, en silencio, recorriendo muy lentamente esos puntos que transmiten al centro energético del cerebro esa energía que hace fabricar las endorfinas que se expanden poco a poco por todos los músculos, arterias y venas, produciendo una relajación que se transforma en éxtasis y puede llegar hasta el orgasmo.
Una sensación especial que el cuerpo admite como algo extraordinario y que le hace sentir esa placidez de bienestar y una renovación de energía que llega a lo más profundo de su ser.
Ese beso que, si se empezó por los labios, ha ido ascendiendo por toda la
faz y se reparte poco a poco por los ojos, el rostro, la frente, volviendo en
su recorrido a los dulces labios que fundiéndose de nuevo llegan a experimentar
esa unión de la fuerza del Ying Yang; de dos almas que se sienten
transportadas, fusionadas en una sola y sienten la fuerza del Universo en una
explosión que va más allá del Infinito.