viernes, 2 de septiembre de 2011

LA LUZ: DON GRATUITO

Si algo tenemos es don gratuito, regalo del Señor. Desde ésta perspectiva nacida en lo profundo del corazón, no puedo hablar nada mas que en espíritu y en verdad, y por lo tanto, de la experiencia de Dios, de su regalo, de su paso por mi vida; del encuentro que Él mismo, en su misericordia, tuvo a bien venir a buscarme: como Buen Pastor que es, por los apriscos, vericuetos, cañadas y caminos peligrosos donde me encontró.
Su Luz cegadora apareció, en mi vida, sin saber, y menos poder imaginar, que era Él. Pero hasta llegar a ese encuentro profundo, que sólo por fe y ayudado por el Espíritu Santo (que tampoco sabía que estaba actuando en mí) pasaron más de diez años revoloteando como una mariposa alrededor de la bombilla, la cual se acerca y se aleja, sin llegar a traspasar la funda transparente de cristal que permite llegar al filamento incandescente, al foco de Luz; al manantial de electrones que fluyen continuamente, es decir, al manantial de LUZ.
Este símil nos viene bien, pues siempre he oído decir que Dios es, la Luz Indeficiente, Luz Eterna, Luz Divina; y que su Reino, es Reino de Luz, sus mensajeros son Ángeles de Luz; que la Virgen María , Madre de Jesús, se manifiesta a los seres humanos, en forma de Luz, es decir, que la Luz es la manifestación de la Vida, de la Verdad, y es la que guía en el Camino ; lo contrario es la oscuridad, las tinieblas, la mentira, la muerte, LA NADA.
Con otro símil, el Sol, quiero explicar la segunda etapa en la que tuve el contacto con el filamento de la bombilla. El Sol, fuente de energía, de vida, en nuestro sistema solar, emite radiaciones que nuestro ojo no puede ver, pero que nuestro cuerpo sí puede sentir y experimentar; aunque nuestros ojos estén cerrados y podamos pensar que no existe, El está ahí, desde millones de años y continuará durante muchos más. Sus efectos pueden llegar hasta nuestra parte más profunda, aunque estemos dormidos y nosotros no queramos.
Podemos notar su tibieza, su calor, su quemazón, y al fin, abrir los ojos y verlo ahí, delante de ti radiante; un disco dorado, inmenso, señorial en su caminar ascensional por el firmamento.
Así ha sido el caminar hacia Cristo, hacia el SOL radiante, que es el AMOR, ese Amor, que como el Sol da vida a todo lo que ilumina con su Espíritu. Ese mismo Espíritu que impreso en nuestra alma desde el bautismo, y reforzado en la Confirmación, nos va trabajando lentamente, infundiéndonos sus dones, pero que nosotros no nos creemos, ni siquiera los cristianos, y no tenemos tiempo para escuchar sus mociones: la vida ajetreada, los negocios, el poder, el poseer, nos alejan de esas ideas que llegan a nuestra intuición, y te dices, ¡Qué cosas más raras pienso! y lo dejas correr. Y esa moción que el Espíritu Santo, por vía intuitiva, como explica Santa Teresa, intenta inculcarte, pues se pierde.
Así durante años y años, hasta que un día te dejas llevar y resulta que empiezas a comprobar cómo esas ideas que llegan a tu mente, despierto y a veces dormido, te van llevando por un camino que no comprendes, que no entiendes, pero que sientes algo en tu interior que te dice que sí, que sigas a ver a dónde llegas, y resulta que te encuentras en un camino que va contra corriente, que el mundo no entiende ni acepta, en un camino en el que empiezas a querer ir renunciando a muchas cosas, a querer desprenderte del lastre para poder sentirte más libre, y empiezas a sentir que quieres volar, que quieres elevarte, no sobre los demás, sino sobre ti mismo, para ir hacia algún lugar. Te das cuenta que te sientes como un pájaro y tu instinto, sin saber ni comprender por qué, te orienta hacia el SOL, hacia la LUZ.
Y en ese ambiente de serenidad, de quietud, en ese impulso hacia lo infinito, en esos momentos de calma, sientes la necesidad de dar gracias por tanta belleza: por el aire, por el agua, por los montes, por la VIDA, por existir, por SER; por ser consciente de esa maravillosa sensación de sentirte TU, y al mismo tiempo sentirte TODO, es una sensación especial de expansión física hacia todo lo Creado, y te ves a ti, dentro de TODO y TODO dentro de Ti.
En ese momento, empiezas a intuir que hay algo que no ves, pero sientes que lo palpas, que notas sus efectos, su contacto, su comunicación; y empieza una etapa de monólogo, que te parece diálogo, aunque sientes como si hablaras contigo mismo.
Tú te preguntas y tú te respondes; pero ocurre que hay cosas que desconoces y luego compruebas que son ciertas.
Te das cuenta que hay algo raro en todo ello y te dejas llevar por el misterio y continuas comprobando cómo las suposiciones se van materializando. No lo puedes creer, pero encuentras otras personas que también les ocurre lo mismo ¡Es increíble! ¡Fantástico! y constatas que el camino que se va trazando es el mismo para ellos también. Es un camino de oración y de humildad, de aceptación de uno mismo y de los demás; con las miserias e imperfecciones que todos arrastramos, de que es más perfecto dar que recibir, y que al dar, encuentras más satisfacción, pero no humana sino espiritual; una fuerza que supera el cansancio, una alegría que no se puede explicar, una plenitud, que para comprenderla hay que vivirla.
Es decir, tu vida empieza a cambiar, descubres unas necesidades nuevas que te impulsan a buscar esa dicha de comunicarte con tu Origen, y descubres que existen unas palabras escritas, donde se manifiestan verdades que intuyes que son ciertas. Oyes esas palabras y vibras, experimentas algo nuevo. Notas cómo esas frases te hablan a ti directamente, te recriminan tus actos unas, y también otras te impulsan a seguirlas: me refiero a la palabra de Dios en la Biblia. Aumenta tu necesidad de oír ésa palabra, no solamente los domingos, y empiezas a frecuentar otros días de la semana, hasta que sin saber cómo, te encuentras escuchándola todos los días, y cuando dicen ¡Es palabra de Dios! te das cuenta que es así, aunque tu mente pueda dudar; y se acepta de una forma un poco automática.
Dentro de tu Ser ha saltado un chispazo y tu corazón, dice ¡Es así!¡Es cierto! . Esa revelación que surge en un momento de tu vida, es tan personal que no se puede trasmitir a los demás. Sólo cuando te encuentras con alguien que lo ha experimentado, se produce la comunicación espiritual.
A partir de ahí, el llegar a sentir la necesidad del contacto físico con Jesucristo, es instantánea, y la Eucaristía se convierte en algo imprescindible para alimentar tu cuerpo y tu espíritu; y la conversión del pan y vino en su Cuerpo y su Sangre, de Cristo, queda asumido plenamente y sus efectos empiezan a notarse, porque Él, Cristo, dijo que nos enviaría el Espíritu, el cual nos enseñaría a interpretar la Escrituras, es decir, todo lo que nos había dicho; pues no hay nada más que decir, no habrá más palabras, pues la Palabra del Padre ha sido dicha para toda la Eternidad; y ésa es el Hijo manifestado, EL VERBO, LA PALABRA.
Entonces el Espíritu Santo derrama sus dones sobre nosotros, si nos abrimos y nos dejamos guiar con sencillez, con docilidad, y así El, nos va llevando suavemente, sin prisas, de la mano, enseñándonos en nuestro interior las verdades fundamentales para desarrollar nuestro Amor hacia CRISTO, LA TRINIDAD, Esencia de nuestro Origen.
Han comenzado las cuatro reglas para el cristiano, para el que quiere seguir a Cristo; " Coge tu cruz y sígueme ", nos dijo.
El Espíritu comienza su proceso de rehabilitación del que se dice cristiano, que sólo es de nombre, por eso estamos ciegos y no vemos la LUZ; inválidos, pues no nos movemos hacia Cristo; y muertos, pues no tenemos VIDA, si Él no está instaurado en nosotros en Espíritu y en VERDAD.
El Espíritu Santo, cuando ya ha instaurado a Jesucristo en nuestro corazón y ya le somos fieles, a pesar de nuestras miserias, que Él conoce mejor que nosotros, y le hemos dado el SÍ, y nos convertimos en esclavos por AMOR, y estamos enamorados plenamente y nuestra alma ya no puede vivir sin la comunicación, sin dedicarle los ratos de silencio interior, para dialogar con Él, que cada vez aumenta al cabo del día, y al final descubres que puedes llegar a ésa contemplación en el propio trabajo, el de cada uno. Es entonces cuando el Espíritu Santo te hace dar un paso más y te hace descubrir que hay alguien que espera participar de ese Amor que enviamos hacia la Trinidad entera, es MARÍA, la Virgen y Madre de Dios, en Jesús.
El Espíritu Santo nos impulsa, nos anima, nos conduce hacia María, su Esposa, para que la amemos y descubramos que sin Ella hubiera sido imposible la Redención. Su "Fíat", nos ha permitido disfrutar del Amor de Cristo, de su entrega y de su Resurrección.
Ahí está la clave de nuestra alegría, en que Cristo ha resucitado, y descubrir que es cierto en nuestra cruz de cada día, pero con la ayuda del Espíritu y nuestra firme decisión, de despertar al AMOR en nuestros hermanos, lo conseguiremos.
Para ello hay que llegar a ver al otro, al prójimo, como hermano, pero de verdad, porque en cada uno de ellos está CRISTO, el mismo que está en mí, pero a veces es difícil de ver a ese CRISTO Universal, con tantas caras como seres humanos existen en el Universo. Llegado a ese punto, CRISTO podrá decir "Padre, ahora te los puedo entregar y te los ofrezco porque son Uno, como TU y YO somos UNO".

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